19/2/12

Semana del 13 al 19 de febrero

1. El MoMA. Muchísimo mejor que el Guggenheim. No es muy grande, pero como ha impuesto de algún modo el canon artístico de los últimos cien años, uno encuentra ahí todo lo que le habían dicho que era importante. Desde la rueda de bicicleta de Duchamp (ante la cual, por supuesto, me arrodillé) hasta la serie de "un millón de años" de On Kawara, pasando por lo que se les ocurra.
PD: hay que decir que en todo caso ningún museo de esta ciudad le llega a los tobillos al MET, al que pienso ir todos los domingos sin falta.
2. En el MoMA, y gracias sobre todo a este bodegón http://bit.ly/wz0Tkf, ante el que detuve mi furia turística por casi 15 minutos, cambié de pintor preferido: era Matisse, ahora es Paul Cezzane. También encontré diseñador industrial favorito: Eva Zeisel: http://bit.ly/wUfkxG.
3. Debo admitir que me encantan las tiendas de los museos, puedo pasar tanto tiempo ahí como en el propio museo, si la tienda es buena. Y la del MoMa es muy buena: es evidente que diseñan los objetos que venden, que piensan mucho en ellos, no sólo ponen el logo en cualquier cosa. Por supuesto, todo es extravagantemente caro.
4. Es una pena pero Amazon acabó definitivamente con el negocio de las librerías aquí. Está Barnes & Noble, pero las librerías académicas desaparecieron y nos dejaron a los nerds sin el placer de ojear estantes. Solo sobrevivió una: Book Culture (112 con Amsterdam). Estuve allá y pasé horas sabiendo de algún modo que asistía a un funeral. Hasta compré varios libros que por supuesto son más baratos en Amazon. Otra cosa es que tampoco es nada común el bello negocio de la venta de libros usados, pero hay un sitio increible en la 45 con 5 llamado Book Off en el que unos japoneses se las han arreglado para vender cantidades de libros y discos usados a precios muy bajos (entre 15 dolares y 1 dolar).
5. The Descendants, de Alexander Payne http://www.imdb.com/title/tt1033575/. Al menos desde About Schmidt creo firmemente que Payne es uno de los mejores directores contemporáneos. Aquí logra hacer una película en la que George Clooney no sale nunca del plano y viste siempre camisas hawaianas y, pese a eso, no es una comedia romántica. Es una tragedia muy bien contada, con mucha sutileza; una historia sobre ese inmenso esfuerzo que hacemos ante la muerte, para comprenderla o lidiar con ella.

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